miércoles, 13 de junio de 2012

HACE MÁS DE 4 MESES (27-01-12)
portal.educ.ar/.../educacionytic/.../panoramica-de-la-lectura-en-argent..(28-04-06)
HOY HABLARÉ sobre la Lectura




 Introducción  
 ¿Cual es el problema? 
 Panorámica de la lectura en Argentina 
 ¿Qué es la lectura?[ 
 El problema en los niños 
 Fomentar la lectura  
 Los jóvenes y la lectura en la actualidad 
 Algunas estadísticas 
 Beneficios de la lectura 
 Motivaciones  
                   ¿Cuál es el problema?


  ¿Cuántas novelas ha leído en su vida? ¿Cuantos  de texto completo ha estudiado? Cuántas revistas suele leer semanalmente, y cuándo fue la última vez que hizo uso de la Biblioteca local? Cuánto lee diariamente? 
  Ahora pregúntese: ¿Cuántas telenovelas ha visto en su vida? o ¿cuántas series o películas? ¿Cuántas horas de televisión ve semanalmente? ¿Cuál fue la última vez que fue al cine o a bailar? 
  La respuesta a estas preguntas seguro indicará, en la mayoría de las personas, que el tiempo no es un obstáculo para leer. Pero si acaso ha leído algunas obras ha sido porque en el colegio o universidad le dejaron una . De todas formas, si así fue, sería apropiado preguntarse cuántos libros ha leído por propia cuenta. 
  Además de su valor intrínseco, la habilidad para leer, el hábito de la lectura tiene alcances de gran amplitud. Los adultos que mejor leen son capaces de alcanzar más altos niveles y es probable que consigan puestos de trabajo mejor remunerados. 
  Sin dejar de mencionar el lado humano, individual y colectivo, la lectura es el motor de la educación por cuanto su hábito permite desarrollar no sólo la capacidad pensante, sino también tener una mayor amplitud de las cosas, un mejor sentido humano, además de agudizar el criterio y la sensatez. Es el arma poderosa de la cultura y la educación. 
  Es inconcebible desde todo punto de vista que haya profesionales que no sepan leer, o no tengan el hábito de leer. No es complicado escuchar a un profesional que tiene el hábito de la lectura y diferenciarlo de los que no lo hacen. Si bien la multimedia y los medios de comunicación se han convertido en una manera fácil de obtener la información, la lectura nunca dejará de ser utilizada por su eficacia y exactitud. 
  Pero desde las escuelas y en las universidades no se impulsa adecuadamente este hábito, que viene a ser un mecanismo tangible para reformar nuestro Continente. 



  No existe un lugar donde las personas tengan el hábito de le lectura que viva en la miseria. Sin duda, si la mayoría de ciudadanos en Latinoamérica fueran lectores, sabríamos elegir mejor a nuestros gobernantes, defenderíamos nuestros derechos con mayor eficacia, y nuestra conducta para con la familia y sociedad sería de mayor calidad. La lectura no debe de circunscribirse sólo a los escolares, o estudiantes, y/o profesionales, sino para todas las personas, inclusive para quienes realizan labores no profesionales. La televisión, y el resto del entretenimiento se han convertido en un enemigo de la lectura, pero también lo es el alto costo de los libros y obras en general. De todas formas, muchos jóvenes con poca capacidad económica han buscado recursos y medios para poder leer, y no desperdician el material que muchos teniéndolos sí lo hacen. 


Panorámica de la lectura en Argentina: 


“Si es alentador que nueve de cada diez argentinos digan que poseen libros en su casa, y que el 80% de los entrevistados confiese que les gustaría leer más, no lo es que el 42,7%, casi la mitad de la población, no haya comprado un solo libro en los últimos seis meses, ni que el 85,7% tenga la percepción que el hábito de la lectura está en baja”, resume Vicente Muleiro en una de las notas del diario. La lectura –observa Muleiro- parece acompañar el proceso de caída de los sectores medios y bajos. 

En efecto, si se compara la situación actual con la de hace diez años atrás, el 54,1% dice leer menos que hace una década, sólo un 32,2% lee más, y un 13% lee con la misma frecuencia. Entre los entrevistados que dicen leer con menor frecuencia, la mayoría son mayores de 34 años y pertenecen a los sectores medios; mientras que los que dicen leer más pertenecen a un nivel socioeconómico alto, y son menores de 24 años o mayores de 50. 



Lo anterior se vincula con la principal razón que esgrimen quienes dicen leer menos que hace 10 años, más exactamente un 84,9% de los encuestados: la falta de tiempo. Otros motivos que explican porqué no se puede leer más son el precio de los libros (10,9%), cansancio (6,8%), problemas de vista (4,0%), y otros (5,2%). 


Más allá del antagonismo de los nuevos medios (audiovisuales) y los libros 

En los últimos seis meses, el 39,2% de los encuestados dijo haber leído de 1 a 3 libros; el 15,7% de 4 a 5 libros; el 11,0% de 6 a 10; y el l5,1% más de 10. Entre los principales motivos por los que se lee, figuran el fin recreativo, seguido por estudio o trabajo, y por el interés de adquirir conocimientos. Ahora bien, quizás lo más llamativo fue que un 27,2% de los entrevistados dijo no haber leído ningún libro en los últimos meses. 

Sin embargo, los resultados de la encuesta no permiten afirmar que la cultura audiovisual, la televisión, internet, o los celulares, se encuentran entre las razones por las que este porcentaje considerable de personas no leen; antes bien, habría que buscar explicaciones entre los motivos que señalábamos antes, y principalmente en la falta de tiempo libre. Cabe recordar también que ocho de cada diez personas dijeron que les gustaría leer más de lo que leen actualmente. 

Además, el hecho de que las principales fuentes de información sobre los libros sean, después de las recomendaciones “boca a boca” y las visitas a librerías, los medios de comunicación –diarios, revistas, televisión, internet, radio y suplementos culturales, en ese orden-, obligan a repensar el rol de las escuelas en la promoción de la lectura que, como actividad epistémica, está indisociablemente unida a la escritura. 



Al respecto, Paula Carlino señalaba una serie de estudios específicos sobre este tema que afirman que en una hora el lector se olvida la mitad de lo leído. A las 9 horas, sólo recuerda el 30% de lo leído, y a la semana, el 20%. Cuando, además, el libro como tecnología, a diferencia del papiro, “deja las manos libres”, permitiendo escribir mientras se lee. 

                                                 ¿Qué es la lectura? 


La lectura consiste en el proceso de obtener y comprender ideas e información almacenada utilizando alguna forma de lenguaje o simbología. Una buena analogía la tenemos en el mundo de la computación, cuando hablamos de "leer" un determinado programa o archivo; en este caso nos referimos al hecho de adquirir la información almacenada en algún dispositivo, utilizando un lenguaje o protocolo predeterminado. 



La historia de la lectura o el leer se podría decir que comienza en la prehistoria, al representar de manera pictórica las actividades cotidianas en las paredes de las cavernas; esta se podría decir que es información "almacenada" para poder ser obtenida más tarde por otras personas. Solamente la lectura se tornó una actividad masiva hace alrededor de 150 años atrás (aunque suene increíble), cuando en la década de 1870 en Inglaterra, se asentó y estandarizó la educación como norma estatal. 

Aprender la lectura ha demostrado ser más fácil durante la niñez, usando la lengua nativa, mientras que es más difícil aprender a leer en un idioma foráneo durante la adultez. Como una curiosidad se sabe de casos de niños que han aprendido a leer por si solos, sin la intervención de una guía o educación formal; así de natural es la lectura y el leer para el ser humano; otro dato de gran interés consiste en saber que los niños que aprenden a leer a una temprana edad (para el tercer grado) tienen menos probabilidades de terminar en la cárcel o de consumir drogas, y los adultos que leen de manera regular tienen mayores probabilidades de participar en actividades artísticas, deportivas y de voluntariado en favor de la comunidad. 

Otro tema interesante consiste en la velocidad de lectura; el ritmo estimado para memorizar consiste en leer menos de 100 palabras por minuto, mientras que el ritmo para una lectura rápida y superficial bordea las 700 palabras por minuto. En la práctica, lo ideal es adaptarse a un ritmo apropiado según los objetivos personales y la profundidad del texto, leyendo más lento durante pasajes más densos o conceptos necesarios de memorizar. Algunos sistemas de "lectura veloz" que se ofrecen en el mercado pueden llevar a malos hábitos, impidiendo una comprensión profunda del texto a leer, cosa fundamental en el proceso integral de la lectura. Otro punto a considerar consiste en la iluminación; se estima que una luminosidad de entre 600 y 800 lux es la más apropiada. 





El problema en los niños: 


1. La cultura audiovisual, digital e hipervinculada es mucho más atractiva por la enorme cantidad de información y variedad que ofrece. 
2. Los padres, en general, que tampoco leen demasiado que digamos, no se constituyen como ejemplo de lectura y 
3. La escuela, como institución formadora, hace rato que no logra adecuarse al mundo moderno y sigue entendiendo la lectura domiciliaria como un hecho obligado, forzoso, academicista y aburrido. 

Vamos por parte: 

Si le preguntamos a un niño qué prefiere hacer y le damos como opciones la televisión, el mp3 o mp4, el computador, el play station o algo similar, un dvd o, incluso, los juegos del teléfono celular o bien un libro, probablemente lo último que eija sea el texto tradicional. 




Nos vienen entonces todas las complicaciones, remordimientos y hasta algunos enojos y terminamos, muchas veces, castigando a los niños. Es más, en pocas ocasiones los padres se detienen a verificar si sus hijos están leyendo o escribiendo en el pc, algo que en esta época es bastante más común de lo que pensamos. 
2. Si los niños ven que los padres leen algo más que la sección deportiva del diario o el horóscopo, probablemente les llame la atención. Si los niños ven que sus padres leen continuamente libros y revistas, tal vez encuentre que son raros. Digo esto porque muchos especialistas recomiendan leer frente a los hijos para dar ejemplo y creo, firmemente, que eso no sirve de nada en los tiempos modernos, si no va acompañado de otra acción: comentar en familia lo leído, convertir la lectura en motivo de conversación, porque eso sí le entrega valor al ejemplo y permite socializar los contenidos alcanzados a través de la lectura incuyendo entre ésta, por cierto, los libros y textos digitales. 
3. La escuela, por su parte, ha desarrollado una magnífica campaña anti lectura dando a leer textos obligatorios, generalmente aburridos y luego, casi como castigo, tomando pruebas o exámenes dificilísimos, preguntando detalles insignificantes y complicando las respuestas en demasía. ¿Qué conseguimos con esto? Convertir la lectura en una tortura doble, la de la escuela y la de la cas, porque probablemente muchos padres le dicen a los niños “¡apaga la televisión (o el PC, o el DVD, etc.) y ponte a leer!” 



¿Alguien puede encontrarle sentido a esto? 
He tenido buena acogida cuando mis alumnos eligen los textos y sobre todo cuando las pruebas o controles de lecturas son entretenidos y dinámicos. Convertir el texto leído en comics, instalar la posibilidad de intervenirlo a través de cambiarle finales, agregarle capítulos, poner y quitar personajes, modificar épocas y ambientes, dibujar un momento del relato, suelen ser buenas maneras de evaluar la lectura sin provocar temor o aburrimiento. Por cierto que es más trabajo para el docente. Pero somos profesionales. 
Otra forma de incentivar la lectura con un valor agregado enorme es el Programa de Lectura Silenciosa Sostenida, de Mabel Condemarín, cuando se aplica como corresponde, y sin los acomodos de la improvisación, funciona a las mil maravillas. 
Finalmente, los seminarios socráticos, el uso dinámico y creativo de las lecturas de los libros de texto y la combinación de estrategias de lectura con comentarios digitales, son altamente entusiasmantes para los niños. 
Por cierto, de todas estas ideas señaladas, probablemente algunas no funcionen con todos los alumnos, pero más de alguna funcionará para nuestra alegría y sorpresa. 



Fomento de la lectura
(algunas ideas para fomentar lectura en los pequeños) 


La primera: Crear en casa un ambiente de lectura. Ver al padre o a la madre con un libro o un periódico en las manos se convierte en una referencia importante del propio comportamiento. Supone además que en la familia hay ratos dedicados a la lectura a los que los hijos se pueden sumar. 



La segunda: Hablar sobre libros. Oír cómo se comenta el interés -o incluso el aburrimiento, por qué no- que suscita la novela que tienes entre manos prolonga la actividad lectora; se crea una transmisión de saberes y de comunicación muy importante para cimentar el gusto lector. 

La tercera: Leer los libros apropiados para tu hijo. Acercarse a la inmensa oferta actual de libros infantiles y compartirlos con los hijos va a suponer para muchos padres el descubrimiento de una literatura rica y variada, que proporciona momentos de conversación e intercambio con los niños. 



La cuarta: Buscar entre esta oferta temas que conecten con sus aficiones. Hay libros infantiles sobre muchos campos y dirigidos a mentalidades y edades muy variadas. No hay duda de que sobre lo que le gusta a tu hijo hay también títulos interesantes que le pueden atrapar. 

La quinta: Convertir la tele en una aliada, no en un enemigo. Si la pequeña pantalla es lo que realmente le engancha, hay que fijarse en sus programas y películas preferidos y tratar de buscar libros relacionados con su pasión. Tenemos ya garantizado un mínimo de interés. 

La sexta: Conocer la biblioteca pública del barrio. Los fondos de la sección infantil y juvenil de las bibliotecas públicas ofrecen muchos más libros de los que se puedan comprar en casa. Suelen celebrarse además actividades de animación a la lectura y encuentros con otros lectores. 

La séptima: Incluir en las salidas de compras una vuelta por una buena librería. Aunque no se compre nada, es bueno ver las novedades que han aparecido, o qué hay sobre un autor o un tema que le interesó. 

La octava: Tratar de averiguar qué tipo de lector es nuestro hijo y respetar sus ritmos. Hay lectores compulsivos, que no paran hasta que hayan terminado el libro. Los hay, en cambio, calmosos. Hay lectores a quienes les gusta releer el mismo libro y los hay ávidos de novedades. Los hay noctámbulos y diurnos. Darle un margen a su manera de leer contribuye a consolidar el hábito. 



La novena: No empeñarse en que le guste lo mismo que a sus padres. Hay que recordar que se está forjando su gusto por la lectura, no el de papá y mamá. Y hay que saber esperar para dar los libros adecuados en el momento oportuno. 





Los jovenes y la lectura en la actualidad: 


No es que los chicos no lean, sino que leen otras cosas, en otros lugares, con otros fines y de otra manera. Podrán leer menos libros, pero no leen menos, subraya Morduchowicz directora de Educación y Medios del Ministerio de Educación de Argentina, quien junto con Bahloul, participó en dos seminarios: La lectura en el mundo de los jóvenes, ¿una actividad en riesgo?, que comenzó el miércoles anterior en el Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas en la Torre II de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México(UNAM), organizado por la maestra Elsa Ramírez. 



El otro se realizó el jueves y viernes con el tema Una mirada al desencuentro con la lectura, ¿por qué los jóvenes se alejan de los libros?, en la librería Octavio Paz del Fondo de Cultura Económica. 
Mi posición, dice Morduchowicz en entrevista, “está muy lejos de los que se alarman y los apocalípticos que piensan que la lectura peligra y que está desapareciendo. 
“Yo me inscribo en la posición de que los chicos de hoy no leen menos que los de antes: leen otras cosas, en otros lugares, con otros fines y de otra manera. Podrán leer menos libros, pero no menos. 
“La llegada de Internet demuestra claramente que los chicos leen porque buscan, por ejemplo, información sobre un grupo de música o alguna actividad en especial; necesitan leer para ingresar en un blog o en un sitio web, o para crear su propio blog; ahí no sólo leen, sino también escriben, aunque efectivamente lo hacen de manera distinta.” 
Mucho se habla de la competencia entre los libros y el mundo de pantallas en el que vivimos, añade la autora de El capital cultural de los jóvenes. Es cierto que los chicos de hoy, los que tienen menos de 18 años, nacieron en un mundo mediático y tecnológico muy diversificado. Nacieron en un mundo de pantallas, y esto no significa que ese mundo destruya o minimice la lectura, son otras maneras de leer. 
Esta es una generación multimedia no sólo por la oferta mediática a su disposición, sino por esa variedad de medios de los que disponen y por el uso simultáneo de medios y tecnologías. 
Sin embargo, Roxana reconoce que existe el temor por la lectura entre los jóvenes, porque no se les ve con un libro en las manos, “porque la lectura está legitimada socialmente por el libro. Cuando alguien te pregunta qué lees, no contestas: blogs, historietas, sitios web, revistas, diarios; todo mundo está pensando cuál fue el último libro que leyó, como socialmente se suele asociar la lectura con el libro, todo mundo se alarma porque podría ser que se leyeran menos libros. 
“De cualquier manera no es culpa de los medios, no hay responsabilidad de las pantallas, porque cuántos chicos –son millones– en el mundo leyeron Harry Potter, Crepúsculo o Narnia a partir de que vieron las películas. 
Un buen uso de las pantallas puede promover la lectura. También está comprobado en Argentina y el mundo que los chicos que miran menos horas de televisión por día no leen más libros porque usan el tiempo para otras cosas. 



Su propuesta es esta: que los planes de lectura, no sean Plan de Lectura o Programa Nacional de Lectura, sino de lecturas, en plural. “La ‘s’ habla de una pluralidad de textos no de un texto único que es el impreso. 
Ahora, cuando decimos que vivimos en una sociedad multicultural no es por la diversidad de razas, etnias o religiones, sino porque es una sociedad donde conviven la cultura oral, escrita, audiovisual y la hipertextual o digital. Con esas culturas viven los chicos. Hay que enseñarles a manejar esos múltiples lenguajes y escrituras. La lectura no es sólo libro y no es sólo en singular: es lecturas, al igual que escrituras. 
Lo impreso ya no es soberano 
Joel Bahloul, catedrática del departamento de Antropología de la Universidad de Indiana, destacó en una entrevista por separado que si bien vivimos en un mundo multimedia, creo firmemente en la relación física con los textos, con los libros. Al enseñar a los jóvenes a leer tiene que haber una relación física con los libros, lo impreso importa en el ambiente, en la forma en la que socializan esencialmente. 
En Estados Unidos algunos fenómenos relacionados con la lectura son la existencia de blogs, donde los jóvenes lectores, entre 12 y 19 años, escriben acerca de lo que leen, recomiendan libros, entablan debates (una de estas páginas es www.goodreads.com); otro es que en las librerías puede verse que la mayoría de los libros están escritos para las adolescentes y que las escritoras son mujeres. Casi no hay libros para hombres en esa edad. 
Bahloul, autora de Lecturas precarias (FCE), expresa: “Vivimos en una época multimedia, pero mi generación, la que está ahora en el poder en el mundo cultural y educativo, no creció con eso, y ahora tenemos dificultad para cambiarnos a este mundo en el que lo impreso ya no es soberano. Sin embargo creo que el libro va a seguir teniendo mucha importancia como objeto impreso, porque en estas redes sociales de lectores como goodreads el libro es el rey y la llave. Leer un libro es la clave secreta para ingresar”. 
Ni siquiera la llegada de los libros digitales o dispositivos como el Kindle marca el fin del libro. Estamos en una transformación en esta relación entre los jóvenes y la lectura. Hay un cambio definitivo, inmenso, en la forma en la que nos comunicamos. Lo cierto es que los jóvenes leen, no sólo libros, pero leen. Leen de una manera diferente, el mundo imaginativo es diferente. 





Algunas estadisticas: 

Se ha analizado la asociación entre hábitos lectores y cinco factores que, según otros estudios, podrían estar relacionados con ellos: sexo, nivel de estudios de los padres, situación socio-económica familiar, hábitat y rendimiento académico. De estas variables, sólo se ha encontrado relación estadísticamente significativa con tres: sexo, nivel de estudios de los padres y rendimiento académico. 

1. Las mujeres leen significativamente más que los hombres. Las diferencias en hábitos lectores entre varones y mujeres están muy marcadas: así, el 44% de las chicas son lectoras frecuentes mientras que sólo lo son el 27% de los chicos de esta edad. 

2. El nivel de estudios de los padres influye significativamente en los hábitos lectores de los jóvenes. De tal forma que los hijos de padres con estudios universitarios tienen una mayor probabilidad de ser lectores frecuentes o muy frecuentes, mientras que entre los hijos de padres sin estudios hay un alto porcentaje de no lectores. 

3. Rendimiento académico y hábitos lectores son factores fuertemente asociados. Los alumnos y alumnas que más leen son también los que mejores calificaciones han obtenido el curso anterior, algo que ocurre tanto cuando se considera la calificación media global como la puntuación en la materia de Lengua y Literatura. A partir de estos datos, obviamente, no se puede concluir cuál es la causa y cuál la consecuencia en esta relación, aunque probablemente existe una mutua interrelación. 

La relación entre los tres factores mencionados y los hábitos lectores es directa. Así, por ejemplo, si se analiza la relación entre los hábitos lectores y el rendimiento académico del adolescente, controlando el nivel educativo del padre, se comprueba que ésta sigue existiendo . 

Sin embargo, no parece haber relación entre el hábitat y los hábitos lectores, ni entre éstos y la situación socio-económica familiar. Esta independencia entre factores no parece darse entre los lectores adultos, y puede ser debida a la influencia compensatoria que reciben los adolescentes en esa edad por parte de los centros educativos. 

PREFERENCIAS LECTORAS 

Los adolescentes españoles de ambos sexos prefieren las obras de terror, de aventuras, de misterio/espionaje y de humor. Más del 50% de los encuestados afirma que le gusta bastante o mucho ese tipo de obras. Por el contrario, menos del 20% hizo una afirmación análoga respecto a las obras de literatura clásica, historia/política, biografía/autobiografía y ciencia y tecnología; siendo éstas las obras que ocupan el otro extremo en sus preferencias. 

(Resulta interesante contrastar este dato con la relación de obras recomendadas por los docentes que aparece al final de este trabajo). Aunque coinciden en ciertos temas. los gustos literarios de los chicos y de las chicas tienes aspectos diferenciales. Así, mientras que ellos prefieren los libros de aventuras y de humor, ellas optan por los de terror y románticos. Los estereotipos de género se verifican en parte en los gustos lectores: la poesía y las obras románticas sólo son preferidas por las mujeres y los libros de ciencia/tecnología y salud/deportes sólo por los hombres. 

Los jóvenes seleccionan libros, básicamente, porque les atrae el tema: el 70% opina que ése es el factor fundamental a la hora de escoger una lectura. Por el contrario, no parecen verse influidos por el autor, la portada, ni por que esté de moda. Sólo uno de cada tres parece hacer caso de las recomendaciones, bien sean de sus profesores y profesoras, amistades o familias, sin grandes diferencias entre estas influencias. Una vez leído el libro, para la mayoría de los jóvenes es la trama el aspecto que más contribuye a su valoración final. Otros elementos también valorados son su fácil comprensión (el 48% defiende que así es) y los protagonistas. Por el contrario, parece importar menos el lenguaje y, sobre todo, la extensión del texto. 

La gran mayoría de los jóvenes termina los libros que inicia: el 76% de ellos afirma que finaliza los libros siempre o bastantes veces, mientras que apenas un 7% no los suele finalizar. Cuando esto ocurre, suele ser porque les aburre (para el 55% de los jóvenes ése suele ser el motivo), porque no les gusta el argumento (40%), por el estilo (29%) o porque no se comprende (28%); otros motivos de menor peso son porque es demasiado largo (27%) o porque tiene la letra excesivamente pequeña (13%) 

Los padres influyen 

El 62,5% de los encuestados dijo haber recibido la influencia de los padres para incorporar el hábito de la lectura a su vida.

Un 20,8% fue influenciado por algún docente; el 10,4% por un amigo y el 6,3% por algún familiar. 

La información precedente se relaciona con la existencia de biblioteca en la casa de los jóvenes: el 77% de los entrevistados declaró tener biblioteca y de éstos el 76,6% tiene biblioteca propia y el 24,3% tiene biblioteca familiar, es decir que sus libros se incorporaron a los de sus padres. 

Dónde leen los jóvenes 

El 30,4% de los encuestados concurre a bibliotecas de sus universidades, colegios o públicas con cierta frecuencia, especialmente en épocas de exámenes. El 69,6% generalmente no asiste a bibliotecas, salvo cuando necesita estudiar un tema especial para sus exámenes. 

 

Es importante el porcentaje de jóvenes que compra libros: 84,8%. Esta cifra coincide con el alto porcentual de bibliotecas particulares que vimos antes. No obstante, también recurre al préstamos entre amigos (8,7%) y al préstamos de bibliotecas (6,5%). 



Beneficios de la lectura: 

Leer ficciones sirve para dilatarse, para ensancharse, para darnos experiencias que jamás tendremos, para ampliar nuestra vida y para hacernos creer que esa existencia efímera que es la nuestra se prolonga vicariamente y a cada instante en otros individuos y en otras situaciones. Leer sirve para frenar la muerte y para contener el miedo, esas insidiosas amenazas que están siempre presentes. Quien ha leído, quien ha frecuentado novelas y vidas, narraciones y avatares de otros, ha conseguido burlar esa existencia breve que el azar le da, porque un minuto de su vida es varios y distantes, multiplicados y distintos. Ha dialogado con muertos y con vivos, con seres reales y con caracteres imaginados, ha conversado con contemporáneos y con antepasados, sin que barreras temporales ni espaciales le detengan. Quien ha leído ha emprendido viajes para los que no hay fronteras ni nacionalidad ni lenguas, visitando un mundo posible que es más ancho y más secreto que el que le rodea efectivamente, porque ese mundo de ficción es populoso y alberga todos los mundos y quimeras que lo preceden. Cuando un escritor inventa un espacio de ficción para nosotros incorpora consciente o inconscientemente todas las narraciones que la humanidad se ha dado y en sus páginas resuenan todas las voces de héroes y villanos que nacieron en la imaginación copiosa de otros autores. Vean, si no me creen, lo que como prodigio acaece en las novelas y en los relatos cortos de Manuel Talens o de Antonio Muñoz Molina. 

Nuestro interior es una polifonía constante, una interpelación de hablantes en los que nos desdoblamos y una conversación infinita de antepasados, de muertos, de espectros, incluso de seres inanimados y ficticios que hablan por mediación nuestra. También la novela que leemos es polifónica, como dijera Mijaíl Bajtin, pero no sólo porque haya personajes que pugnen por hacerse oír o por hablar burlando la tiranía del narrador, sino porque en cada enunciado se contiene la historia secreta y pública de los hombres, las palabras que desde antiguo se han pronunciado, se han repetido, se han dicho miles, millones de veces, y que sin saberlo volvemos a emitir. Al leer una narración consumamos un libro, lo actualizamos y le damos vida y alma a lo que simplemente era un artefacto material, un objeto inerte hecho de pulpa de papel y de tinta. Sin embargo, ser autor tiene más prestigio que ser lector, y a este último tendemos a verlo como un paciente destinatario que parece conformarse con entender lo que se le dice y con seguir obedientemente lo que el escritor ha urdido para él. Al autor le atribuimos la originalidad, el genio y la creación, la capacidad de rehacer lo que ya estaba dado o de inventar lo que nadie antes ideó. ¿Es efectivamente así? ¿Podemos concederle en exclusiva al autor esa tarea tan eximia que es la de reemplazar a Dios, edificando un mundo que antes no existía? En realidad, el novelista vuelve a reescribir esas voces que otros ya pronunciaron y que ahora parecen efectivamente nuevas, pensadas e imaginadas para mí, ese lector que aguarda el milagro de un relato que da sentido y orden al mundo. La tarea del destinatario es, pues, decisiva, porque de él acaba dependiendo que ese artefacto llamado libro se vivifique, que cobren vida esa pléyade de personajes que transitan entre sus páginas y en las que dirimen sus existencias y sus incertidumbres morales. Desde ese punto de vista, leer es un arte, un modo de incorporar lo que no está, una manera de crear lo que sólo es potencial o implícito. Porque, efectivamente, aun cuando una novela tenga cientos de páginas, en un libro no está todo. Parte del mundo representado o reproducido está omitido, es elíptico, entre otras cosas porque ni quiera el autor es capaz de informarnos de todo cuanto lo compone, porque es incapaz de crearlo o de describirlo por entero para nosotros. Nos necesita, pues. Necesita a un lector activo y voluntarioso, dotado de intuición, de experiencias y de olfato, que rellene lo que no está o está simplemente aludido, que cubra los espacios vacíos, que dé perfil y volumen a personajes tan sólo mencionados o nombrados, que complete acciones y que conceda valor moral a lances y peripecias de otros. Leer, pues, es un trabajo y un empeño, una tarea no remunerada en la que nos obstinamos sin recompensa material. 

Pero, además de esfuerzo y de composición, leer tiene otros pagos y otros beneficios y nos procura otras satisfacciones. Como sabemos desde antiguo, leer sirve para narcotizarse sin efectos secundarios, evitando, por ejemplo, una realidad que nos niega o que nos hostiga o que amenaza con dañarnos. Quien se ha entregado con fruición y con exceso al deleite de las ficciones no añora el mundo exterior, no envidia la aventura real que acelera el pulso y el riesgo cierto que lo lleva al borde de la muerte, ahíto como está de experiencias, de paraísos artificiales y de infiernos virtuales. Leer, en efecto, sirve para recorrer un espacio potencial, abundantemente poblado por tipos odiosos y por personajes entrañables, por monstruos y por ángeles o, mejor, por ángeles en los que anidan monstruos y por bestias en cuyo interior es probable que se albergue un ser bondadoso. Fíjense, por ejemplo, en Raskólnikov, el personaje de Crimen y castigo. En esa novela que tantos han leído y conocen se nos cuentan las tribulaciones y zozobras de un estudiante que reside en San Petersburgo y que trata de auparse por encima de la miseria en la que vive. Raskólnikov, el menesteroso, está obsesionado por la libertad a la que tendría derecho el hombre cultivado y superior que cree ser. Un acto, un solo acto, define y cambia su vida, transforma su existencia y le lleva a la tortura interior, a la vergüenza y la imposibilidad de reparación. Decide asesinar a la usurera que le procura algo de dinero y, convencido de su meta, consuma el crimen. Desde ese mismo día, Raskólnikov vivirá su propia persecución y su yo se le convertirá en un juez implacable, en una aguda y cruel conciencia de sí mismo que le torturará sin descanso. El delirio y el temor a ser descubierto lo acecharán hasta hacer de él casi un despojo humano, un deshecho de degradación y de dolor. Como ustedes saben, no acaba aquí la novela, por supuesto. Hay una pesquisa policial y hay un vagabundeo errabundo del propio Raskólnikov. Pero eso, lo que viene después, lo que acaece y lo que se deja implícito, lo que corroe la conciencia y lo que le lleva a confesar, lo dejo a ese lector activo que no se conforma y que interviene dando sentido y con ello incorporando lo que el narrador no da, a ese lector que se evalúa tomando al personaje como hechura posible de sí mismo, un compendio de sus propios y probables sentimientos homicidas que no quiere ejecutar en la vida real. 





En resumen te doy 10 razones: 



1. Despertás tu imaginación.



2. Mejorás tu comprensión de lectura.



3. Acrecentás tu vocabulario y disminuimos las faltas de ortografía.



4. Aprendés de ti mismo.

5. Conocés épocas y lugares remotos.



6. Enriquecés tus valores.



7. Te volvés un joven más interesante.



8. Gozás de una buena salud mental.

9. Incrementás tu capacidad de análisis.



10. Tenés más temas de conversación con personas de negocios o amigos.

 




Motivaciones de la lectura








































No hay comentarios:

Publicar un comentario